El enigma Scelsi
artículo de Javier Palacio
Casi no puede hablarse de Giacinto Scelsi en los términos al uso para los demás compositores, pese a ser uno de los más importantes e influyentes de la segunda mitad del siglo XX. Algunos lo han situado más bien en el territorio de la mística, de una mística que entiende la música a manera de vía de comunicación con la esfera trascendental; de hecho, él siempre pensó que en sus improvisaciones al piano (su principal método de composición en algún periodo) resonaban ciertos influjos cósmicos, convirtiéndose de esta manera en canales de energía que unían nuestra realidad con otra superior. Quizá lo único que finalmente importe es que fue capaz de crear unas obras de abismal profundidad y al tiempo de exquisita sensualidad tímbrica, puente entre Oriente y Occidente, susceptibles de despertar enormes sugerencias en el oyente de nuestros días.
Giacinto Maria Scelsi, conde de Ayala Valva, nació en La Spezia el 8 de enero de 1905. Estudió composición y armonía en Roma, Viena y Génova. En París frecuentaría los círculos artísticos más avanzados, entablando amistad, entre otros, con Paul Eluard, Salvador Dalí o Henri Michaux. Pero estos años de formación no están sólo marcados por el influjo surrealista: el futurismo, el neoclasicismo, el ideario místico-musical de Alexander Scriabin y, en mayor medida todavía, el dodecafonismo, ejercen por entonces sobre él la mayor fascinación; a la vez, emprende extensos viajes por África y Asia que se demostrarían fructíferos en lo que se refiere a sus posteriores concepciones filosóficas y musicales. La década de los cuarenta está marcada por una profunda crisis nerviosa que le obliga a un largo periodo de internamiento. Scelsi atribuye la enfermedad a sus trabajos dodecafónicos; descubre no obstante que ésta va remitiendo a medida que toca una sola nota al piano durante horas, dejando que el sonido se desvanezca en el aire. En 1952 regresa a Roma, pues «Roma es la frontera entre Oriente y Occidente. Oriente comienza al sur de Roma y Occidente al norte. El límite pasa exactamente por el Foro. Allí se encuentra mi casa: esto sirve para explicar tanto mi vida como mi música». Vive apartado y en régimen casi ascético, pero organiza exposiciones de arte contemporáneo y entra en contacto con el grupo de compositores conocido como «Nuova consonanza», entre los que destaca Franco Evangelisti. Comienza a publicar su poesía en lengua francesa, que alcanzará los cuatro volúmenes.
A partir de 1953, Scelsi compone numerosas piezas para instrumentos de cuerda o de viento solos, al igual que para voz o piano (que abandonará en 1974, en beneficio de la «ondiolina», teclado eléctrico con clavijas y botones que permite diferenciar entre cuartos de tono, efectuar glissandi y ofrecer múltiples timbres). Ello responde tal vez a su deseo de concentrarse sobre una sonoridad, aislándola y explorando su profundidad, su «esfericidad»: «El sonido es redondo como una esfera, pero al escucharse no parece tener más que dos dimensiones, altura y duración - sabemos que existe una tercera dimensión, pero ésta se nos escapa de una u otra forma». Son años en los que, inspirado por la tradición hindú, el «sonido puro» y sus más ínfimas variaciones cromáticas pasan a convertirse en el centro de sus intereses, considerando la música como una fuerza cósmica y a sí mismo como el medio, el médium, que la transmite a un público por entonces quizás muy reducido, pero iniciado en sus preocupaciones. Scelsi graba sus improvisaciones al piano, la guitarra o las percusiones. Suponen en realidad una forma de meditación (que requiere la preparación del estado de ánimo adecuado mediante técnicas cercanas al yoga), gracias a las cuales puede entrar en sintonía con el latido del universo. Tales improvisaciones -composiciones «en tiempo real»- son después pasadas a la partitura y editadas, muchas veces al cabo de los años, por sus colaboradores, lo que ha generado más de un problema: algunos han querido atribuirse la paternidad de ciertas obras, si bien por su peculiar idiosincrasia no caben muchas dudas acerca de su verdadero creador.
Con Cuattro Pezzi para orquesta (1959), cada una sobre una única nota, alcanza Scelsi su madurez creativa. Esa obra integra múltiples investigaciones sobre el sonido y su «profundidad», sobre la escritura microtonal, sobre el timbre y las variaciones más sutiles de ritmo, altura e intensidad. A partir de este momento Scelsi compone piezas que, si bien pasan desapercibidas en el instante de su composición, se demostrarán fundamentales para comprender el decurso de la música de finales del XX: Cuarteto n 4 (1964), Canti del Capricorno (1962-1972) para voz femenina, Anahit (1965) para violín y dieciocho instrumentos, Pranam (1972-1973) para conjunto instrumental, obras para orquesta como Hurqualia (1960) o Hymnos (1963)... Giacinto Scelsi entraría en coma el 8-8-88 (fatídica fecha para quien siempre experimentara auténtico pavor ante esa cifra, el ocho, símbolo para él del infinito), falleciendo al día siguiente. Como es el caso de algunos escritores de marcada personalidad (J.D. Salinger o Thomas Pynchon, por ejemplo) deseosos de que el público focalice su atención exclusivamente sobre la obra y no sobre la vida del artista, de Scelsi tan solo existe una fotografía pública.
Hubo que esperar bastante, incluso décadas, para que algunas composiciones de Giacinto Scelsi, en especial las últimas para piano, encontraran intérpretes que se interesaran por ellas y las llevaran al disco. Pero la recepción de su obra ha cambiado radicalmente en la actualidad. En los últimos años el interés por su música no ha dejado de incrementarse, pudiendo por lo tanto descubrirse repartida por diversos sellos, entre los más importantes CPO, Col legno, Kairos o Mode (que está llevando a cabo, de momento, importantísimas integrales de su obra pianística y orquestal). Quien se acerque a estas grabaciones sin duda quedará cautivado por unas piezas a veces de elevada complejidad, para las cuales el léxico musicológico tradicional apenas se demuestra válido, debiéndose acudir en ocasiones al de la física cuántica y la relatividad, pero también de extraordinaria belleza e insondable lirismo. Capaces de alterar nuestra percepción del hecho sonoro y hasta nuestra concepción del tiempo, algo tienen también de elegante y turbadora interrogación frente al enigma existencial.
1-4. Aion (1961)
5-8. Pfhat (1974)
9-11. Knox-Om-Pax (1969)
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Hace 17 horas
1 comentarios:
Excelente!!se podría resubir??
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