domingo, 10 de febrero de 2008

Rubén Lopez Cano - "La música ya no es lo que era: Una aproximación a las posmodernidades de la música" (artículo, 2006)


1. El arte, las artes, el hartazgo.

Considérese un aficionado al arte y la música. Imagínese un espectador común, un individuo que destina una parte considerable de su tempo a recorrer galerías, andar museos y sentarse en salas de concierto. Siempre que los gastos lo permitan, parte de sus ingresos va a parar a su colección de libros especializados pletóricos de imágenes y fotos de las grandes obras maestras de la historia. Sus estanterías rebozan de Cd’s con sinfonías, sonatas y suites de la mejor tradición de la música “culta” occidental. El nombre de algún gruñón sordo de Bonn y el de un incorregible niño prodigio salburgés son los que más se repiten en sus estanterías musicales.
La vida de nuestro aficionado es inconcebible sin el consumo regular de cantidades ingentes de esas producciones culturales extraordinarias que se suele llamar “arte”. Para él, esos artefactos están tocados por la mano de dios o, simplemente, por cierta fuerza inconmensurable de la historia. Ahora bien, nuestro espectador gusta y degusta del arte consagrado como tal por una tradición de la cual no es conciente (ni necesita serlo). Su contemplación artística se concentra únicamente en aquellos objetos que son considerados por el discurso legitimador de la historia del arte como “obras de arte” en toda regla.....

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